Por Martín Fernández, 21/10/2015

He visto amaneceres maravillosos,
y seguramente existirán infinidad de ellos que no he tenido, ni tendré,
oportunidad de disfrutar. Tan hermosos son, que llenan el alma y la
rejuvenecen, luego del desgaste de mi cuerpo atormentado por una noche de
solitaria espesura. Solo la compañía de tu ser frondoso se compara con dicha
belleza, salvando mi alma de una profunda fisura, con solo el calor de tu
cuerpo y de tus sedosos besos. Son tus abrazos los que calman mi tortura,
cuando tus latidos susurran mi sueño y me sumergen en tu armonía. Presenciar el
amanecer más maravilloso que pueda existir, tiene escaso sentido para mi vida,
si en mis noches tu ausencia se impone, porque mi ser te ama con locura.
He visto amaneceres maravillosos,
y seguramente veré algunos más; pero tu presencia absoluta en mi vida hace una
gran diferencia, porque un amanecer es corto de tiempo, mientras que tu
existencia en mi corazón es infinita. El día termina en el ocaso y da entrada a
la sombra, transformándose la energía en un estado pasivo, siendo distinto tu presencia
porque eres mi emoción intensa y perpetua. Por eso vivo sin miedo, sin sentir
diferencias entre el día y la noche, porque vivo amándote siempre.