Por Martín A.
Fernández Ch. 11/07/2015
“Puedes pasar con confianza, va a verme limpiecita como un Sol, soy Yo, me aseo con limpiador de pocetas m.a.s., que desmancha más, que desinfecta más, que limpia más y no daña. Límpienos con limpiador de pocetas m.a.s.”
¿Cuándo nuestras mujeres entenderán que desde niños nos han engañado
sobre la importancia de bajar la tapa de la poceta?. Esta publicidad,
inolvidable por cierto, nos inculcó que la poceta habla y que además nos invita
amablemente a visitarla para que apreciemos su brillantez, para lo cual, solo puede
ser con la tapa arriba.
Entienda que nos programaron para eso desde muy temprana edad, en una
época que las propagandas eran un entretenimiento fabuloso, hasta mejor que las
novelas, series y películas refritas. En aquel entonces, la televisión era la
mejor herramienta que nuestras madres tenían para mantenernos quietos y atontarnos
para que nuestra inventiva estuviese en su mínima expresión, éramos víctimas de
estos mensajes que solo tenían la intención de lavarnos el cerebro.
Ahora que somos adultos, o niños grandes como nos dicen ustedes, nos
piden que reprogramemos nuestra conducta para mantener la tapa de la poceta
abajo, como si fuera tan fácil. Dicha costumbre la tenemos incrustada en el
tálamo, hipotálamo y la amígdala de nuestro cerebro, como una instrucción
trivial y esencial para nuestras reacciones emocionales de supervivencia.
Sin intención de ofenderlas, ni mucho menos, a veces he llegado a pensar
que sus reclamos tienen un tinte de envidia, el cual se origina por la gracia
que Dios nos dió de poder orinar parados, siendo esto una fabulosa ventaja.
Ahora bien, ¿Por qué esa rabia con nosotros?, ¿Qué culpa tenemos?, ¿Por qué
tenemos que inclinarnos para levantar la tapa y al terminar volverla a cerrar?,
¿Por qué no van a quejarse con el creador?, quien seguramente les dirá que así
como se comen las maduras, también les toca algunas verdes. Adicionalmente,
como si no fuera suficiente dicha imposición, también nos piden que nos
sentemos para orinar, es decir, que dejemos a un lado nuestra dignidad de
“machos”, con el único propósito de hacernos sufrir como ustedes.
No pretendo con este
escrito excusarnos por nuestra equivocada programación o pedirles que respeten
nuestra naturaleza básica de “machos”, pero sería reconfortante un poquito de
comprensión, que entiendan que tenemos baja capacidad de seguir instrucciones
(sobre todo las que vienen de ustedes), que el orden y la limpieza no es
nuestro fuerte, en fin, que definitivamente no hayamos razón alguna por la cual
debemos mantener abajo la tapa de la poceta. Sin embargo, somos tan nobles que
doblegamos para complacerlas, simplemente porque las amamos y, después de todo,
estamos seguros que lo hacen con buena intención, ¿No es así?.
No hay comentarios:
Publicar un comentario