sábado, 28 de febrero de 2015

Gracias Soledad

Querida Soledad, te escribo esta carta porque te aprecio y respeto profundamente, tanto que quizás no me puedas creer cuando me leas. Estoy realmente agradecido contigo por estos tres años de compañía, la cual ha sido constante y manifiesta, reconozco que me ayudastes a madurar emocionalmente y a crecer como persona, aunque con métodos no muy agradables. Con tu presencia, que era casi todo mi existir, aprendí a conocerme en lo más hondo de mi ser, para encontrar y entender mis bajezas y mis valores, reconocer mis fortalezas que fueron las que me permitieron emerger como aquella ballena que sale de las profundidades del mar, para respirar con jolgorio.

Gracias a ti, Soledad, aprendí a reconocer el valor de muchos aspectos de la vida, como son: la verdad de mis pensamientos, el interpretar el silencio del vacío de mi apartamento, el sentir el clima en cada una de las estaciones de nuestra Caracas, la calidez de mis plantas, y la magnificencia del Ávila vista desde la ventana de mi sala. En contraposición a esto, aunque parezca mentira pero sucede, desarrollé aún más el amor hacia mi familia, amistades, vecinos, en fin, de la gente que tiene que ver en algo con mi vida. Recuerdo los malos momentos cuando la tristeza me transpiraba por todo mi ser, cuando tú, mi fiel amante, no te separabas de mí, siempre estabas conmigo hasta en mis paseos improvisados a la plaza, al Parque del Este o como bien le denominan ahora Generalísimo Francisco de Miranda, y al cine a ver cualquier película seleccionada al azar o la que tenía mejor título o actor conocido; todo esto con la finalidad dejarme llevar en el tiempo y en paz. Me enseñastes a sentir cada segundo de mi existencia, a ser protagonista de esta fiesta que es la vida, y a seguir como dice William Ernest en sus dos últimas líneas de su poema Invictus “soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma”.

Tienes que entender que lo nuestro no podía durar mucho, por más que quisieras estar conmigo, porque Dios tenía un mejor plan para mí. Sin intención de despreciarte, sino más bien darte tu justo valor, tengo que distanciarme de ti, la razón de esta decisión se debe a que ha llegado a mi vida una mujer encantadora, una de carne y hueso, hermosa para mis ojos, dulce para mis labios, consentidora para mi piel y apasionada para mi ser. Una mujer que se ríe conmigo, que llena mi alma de alegrías, que coincidimos en amarnos de verdad y que ya no te toleramos. Este amor que siento por ella crece cada día, tanto como la inmensidad del infinito universo. Estamos conectados en sentimientos, en maneras de pensar, siento que somos el uno para el otro. Quizás, tú juegues a que vuelva contigo pero no es mi intención. Yo apuesto al amor, porque con ella he resucitado en otro hombre, lleno de energías para enfrentarse a cualquier circunstancia de la vida, porque cuento con su apoyo incondicional, porque siento que soy una mejor persona, porque siento una estabilidad emocional como nunca había sentido, y porque ahora me toca vivir esta rumba tan sabrosa.


Gracias Soledad, y solo me queda decirte adiós, espero no verte por mucho tiempo.

Se despide, Martín Fernández