miércoles, 25 de marzo de 2015

CRUZANDO EL GRAN CHARCO

Por Martín Fernández

Siempre tuve la inquietud de conocer esos momentos vividos por mi padre, siendo un joven de 15 años, desde la salida de su pueblo natal Vallehermoso (La Gomera, Canarias), hasta la llegada al Puerto de La Guaira, y decidí entrevistarlo. De eso se trata este relato que en seguida expongo.

Era el año 1953, época de la dictadura franquista y momentos de crisis económica en toda España, cuando mi abuelo le ofrece que se vaya a Venezuela a trabajar. Se dedicaba al cuidado de las cabras y  las siembras de papas, maíz y a las viñas, así que pensaría que hacer cualquier otra cosa distinta sería mejor, además ya su hermano mayor Cipriano había emigrado a ese país, como también muchos amigos del pueblo.

Abandonó su pueblo acompañado por su padre hasta dejarlo en Santa Cruz de Tenerife, allí se embarca en el Urania II, un buque de la empresa italiana Ragruppamento Armatori Fratelli Grimaldi, que era un trasatlántico destinado al tráfico de la emigración europea hacia América. Este barco se construyó en 1906, con el nombre de Castalia, luego se renombró como Marengo, y en su etapa final como Urania II, hasta el año 1954 que fue vendido para desmantelarlo.  Participó en la primera y segunda guerra mundial transportando tropas, y se reacondicionó para el transporte de pasajeros en la época del éxodo de europeos.

Mi padre viajó en el último año de este viejo buque junto con aproximadamente 400 personas o más, todas desconocidas, en su mayoría eran italianos, “…primera vez que escuchaba otro idioma, estaba extrañado…”, se alojaban en sollados (grandes espacios dentro del casco del barco) llenos de literas. La cocina era italiana, fue la primera vez que probó el espagueti, decía “…que comida es esa que parece lombrices…”. Desde el principio buscó juntarse con paisanos, conoció a varios que eran de su misma isla, como fue a Jesús Jiménez, hermano de quien posteriormente sería un gran amigo nuestro Alvaro Jiménez, quien viajó meses después.

El Urania II tardó 11 días en llegar a mar guaireño, me cuenta que era de madrugada y veía muchas luces en el horizonte, pensaba con cierta emoción que llegaba a una ciudad con edificios, nunca había visto alguna, pero cuando el buque termina de llegar al Puerto de La Guaira, que ya había amanecido, es cuando se da cuenta que no eran edificios, sino los ranchos en el Cerro Los Cachos. Recuerda que la Avenida Soublette ya existía “…era muy bonita…”.En el puerto lo esperaba su hermano, quien lo pidió, porque a los que no tenían familia se los llevaban a Sarría, Caracas, donde había un albergue para emigrantes hasta que consiguieran trabajo y donde vivir.

Pisando tierra venezolana comenzó a trabajar, formó una familia, y hasta el día de hoy, con sus 77 años, no deja de querer y luchar por esta tierra, Venezuela es la patria que lo convirtió en hombre, que le brindó las oportunidades para evolucionar, él va por la vida haciendo amigos y dando amor, y aquí seguirá hasta su último día de existencia.