Siempre tuve la inquietud de
conocer esos momentos vividos por mi padre, siendo un joven de 15 años, desde
la salida de su pueblo natal Vallehermoso (La Gomera, Canarias), hasta la
llegada al Puerto de La Guaira, y decidí entrevistarlo. De eso se trata este
relato que en seguida expongo.
Era el año 1953, época de la
dictadura franquista y momentos de crisis económica en toda España, cuando mi
abuelo le ofrece que se vaya a Venezuela a trabajar. Se dedicaba al cuidado de
las cabras y las siembras de papas, maíz
y a las viñas, así que pensaría que hacer cualquier otra cosa distinta sería
mejor, además ya su hermano mayor Cipriano había emigrado a ese país, como
también muchos amigos del pueblo.
Abandonó su pueblo acompañado por
su padre hasta dejarlo en Santa Cruz de Tenerife, allí se embarca en el Urania
II, un buque de la empresa italiana Ragruppamento Armatori Fratelli Grimaldi,
que era un trasatlántico destinado al tráfico de la emigración europea hacia América.
Este barco se construyó en 1906, con el nombre de Castalia, luego se renombró
como Marengo, y en su etapa final como Urania II, hasta el año 1954 que fue
vendido para desmantelarlo. Participó en
la primera y segunda guerra mundial transportando tropas, y se reacondicionó
para el transporte de pasajeros en la época del éxodo de europeos.
Mi padre viajó en el último año
de este viejo buque junto con aproximadamente 400 personas o más, todas desconocidas,
en su mayoría eran italianos, “…primera vez que escuchaba otro idioma, estaba
extrañado…”, se alojaban en sollados (grandes espacios dentro del casco del
barco) llenos de literas. La cocina era italiana, fue la primera vez que probó
el espagueti, decía “…que comida es esa que parece lombrices…”. Desde el
principio buscó juntarse con paisanos, conoció a varios que eran de su misma
isla, como fue a Jesús Jiménez, hermano de quien posteriormente sería un gran
amigo nuestro Alvaro Jiménez, quien viajó meses después.
El Urania II tardó 11 días en
llegar a mar guaireño, me cuenta que era de madrugada y veía muchas luces en el
horizonte, pensaba con cierta emoción que llegaba a una ciudad con edificios,
nunca había visto alguna, pero cuando el buque termina de llegar al Puerto de
La Guaira, que ya había amanecido, es cuando se da cuenta que no eran
edificios, sino los ranchos en el Cerro Los Cachos. Recuerda que la Avenida
Soublette ya existía “…era muy bonita…”.En el puerto lo esperaba su hermano,
quien lo pidió, porque a los que no tenían familia se los llevaban a Sarría,
Caracas, donde había un albergue para emigrantes hasta que consiguieran trabajo
y donde vivir.
Pisando tierra venezolana comenzó a trabajar,
formó una familia, y hasta el día de hoy, con sus 77 años, no deja de querer y
luchar por esta tierra, Venezuela es la patria que lo convirtió en hombre, que
le brindó las oportunidades para evolucionar, él va por la vida haciendo amigos
y dando amor, y aquí seguirá hasta su último día de existencia.