Por
Martín Fernández, 30/05/2015
El
otro día fui a revisarme la vista con mi oftalmólogo de confianza, quien es una amiga de infancia, como regularmente
lo hago todos los años para ajustar mis lentes al desgaste natural de mis ojos,
es decir, los avatares de la edad. Luego de una hora de una consulta amena,
poniéndonos al día sobre temas familiares y personales, mientras me chequeaba
la visión y la condición física de mis ojos, me atreví a preguntarle sobre una intimidad
que últimamente me atormenta angustiosamente.
A
pesar de la confianza de años que nos tenemos realmente estaba muy tímido, pero
me llené de valentía e inicié esta confesión.
- “Mari, quiero aprovechar esta visita para
conversar contigo sobre una situación que me está pasando y que me
preocupa”, le dije con una voz nerviosa.
- ¿Sobre que se trata Martín?, me pregunta con
cierta curiosidad.
- Luego de una respiración profunda y pausada
comienzo a contarle, “Creo tener un problema físico, cuya consecuencia me afecta
en lo psicológico y emocional”, ella se pone seria estrechando las cejas como
indicativo de una mayor atención, “En ocasiones sufro de una especie de
estrabismo que me ocasiona déficit de atención”.
- Vuelvo a respirar profundo y sigo contando “Lo
que quiero decirte es que en ocasiones mis ojos sabotean mi concentración, por
más que trato de dominarlos para que se enfoquen en un solo objeto o persona,
siempre termino viendo varios objetivos a la vez. En los momentos que estoy solo caminando por
la calle este problema no tiene importancia, pero si estoy conversando con
algún amigo en un sitio público el estrabismo actúa, y me da vergüenza porque
la persona se da cuenta que estoy desviando mi atención, y cuando esa persona
es una amiga, inmediatamente me dice un ´párame
bolas´ con un tono fuerte”. Mari comienza a hacer muecas con la cara
de extrañeza y sigo contando “Peor aún es cuando pasa una mujer cerca, lo cual
ocurre repetidamente, el estrabismo me ocurre tan insistentemente que pierdo el
hilo de la conversación y mis ojos comienzan a escanear ese objetivo de arriba
abajo y de abajo arriba, se fija en su rostro, su cabello, el vestido, sus
prendas, sus curvas, sus piernas, sus zapatos, todo lo observable para concluir
en mis adentro lo guapa que es esa mujer. A pesar de la belleza con quien esté
conversando, mis ojos no obedecen y comienzan a ver doble, no lo puedo
controlar, a menos que esté conversando con mi amada, ocasión que mis ojos
tienen una concentración perfecta en su rostro, apreciando su belleza, cómo se
mueven sus labios y contagiándose de su alegría de verme”.
Mari
se sonríe y me responde de un diccionario electrónico de su laptop “Estrabismo
es un trastorno en el cual los dos ojos no se alinean en la misma dirección y,
por lo tanto, no miran al mismo objeto al mismo tiempo. La afección se conoce
más comúnmente como ojos bizcos”. Y luego continúa diciéndome “Aunque este
significado se parece a lo que me cuentas, no tiene que ver en nada con lo que
tienes”, y luego con la confianza que tenemos de siempre, con tono regañón me
dice “pórtate bien es lo que tienes que hacer”, y completa diciéndome “Bueno,
menos mal que siempre me preocupo salir bien arreglada. Ahora anda y vete que
tengo que seguir trabajando”.
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