viernes, 12 de diciembre de 2014


                                                                                   
                                                                                         Noviembre, 02 de 2014
                                                   
                                                    Haciendo escuchar mi voz

        Yo como hija menor de una familia pido se revise  la común idea de que todo niño o niña que ocupe el lugar del benjamín en su ámbito familiar, es un consentido.  No entiendo como la sociedad insiste en llamar y calificar a los niños menores de esa manera, si desde que nacemos tenemos  que defendernos de esos monstruosos hermanos quienes  envenenados por los celos, son forzados a tratarnos con suavidad y ternura. Esto es confuso, pues el maraco, es el juguete preferido de los hermanos mayores. Los papás al cerciorarse  de la inminente llegada de un nuevo bebé y deseosos de anunciarlo, dicen: ¿Adivinen qué? Tendrán un hermanito con quien jugar. Así es la manera como los padres lo venden para evitar que ese bebé por llegar, sea visto como un intruso en la familia. El daño está hecho y ese nuevo retoñito, por ser el último, será el "pushing ball" particular de cada hermano mayor. 
      Remontándome a años atrás, doy fe de estas palabras. Las personas se referían a mí como la  maraquita, por ser la más chiquita. Las maracas son sonoras y lucen frágiles; se rompen con facilidad. Tal vez eso tenga que ver con la súplica diaria de mis papás y abuela al decir: por favor, no me la toquen. Si alguien lo hacía, yo lloraba de terror o si no, era que me bucheaba porque me agitaban como licuadora justo recién tomado el tetero. 
     Personalmente, a los dos meses saboreé  por primera vez una pastilla de chicle Adams de canela, que afortunadamente ante el agudo chillido, fue retirado insofacto de mi boca. O ese mordisco en mi delicado piecito que osó salirse de los barrotes de la cuna. El dedito que quedó trabado en el coche al ser cerrado conmigo adentro. Ser alimentada con esa suculenta ensaladita preparada y que para la  muñeca, a base de sobras de cebolla, ajo, pimentón, celery; a Dios gracias fui rescatada de un inminente dolor de barriga, como siempre, después de un grito de auxilio. Esos cuartos oscuros donde se proyectaban extractos de películas de tarántulas gigantes, vampiros sanguinarios y del horrible Frankenstein,  que ofrecían una noche de pesadilla segura. El eterno caribeo: nunca ventana para mí por ser la última en montarse en el carro después de una reñida carrera, o para ti poquito porque eres chiquita.   
     Fui testigo de muchos experimentos mecánicos y físicos de los pichones de ingenieros, quienes crearon garruchas que necesitaron ser probadas  o contribuir, de manera forzada, con la bellísima y tan esperada casita de muñecas, para  la creación una casa de guarda bosque en el copo de una mata de mango, y luego verla destruida al caer tablita sobre tablita. 
     Heredera de chivas, más bien reliquias familiares y si me regalaban ropita nueva, el típico: préstamela hermanita  que tu no sales tanto! Mi hermana adolescente, con novio, y allí estaba yo, la inocente hermanita cuida gorro, quien cual chaperona, evitaba un pase de base, haciéndome la Shakira ciega, sorda y muda, recibiendo "sobornos" que mantenían la fiesta en paz.
       En el colegio el reto constante de responder al llamado de los profesores quiénes puntualmente confundían mi nombre con el de mi hermana; o el tener que demostrar lo contrario de la típica presunción, a ver si eres como tu hermana.
      Si te encuentras en la situación de hijo(a) menor y te sientes aludido(a) por lo aquí expresado, te invito a unirte a mi clamor de desmontar esa falsa idea. Reenvía tu sentir a este correo y únete a la reivindicación del niño más pequeño.
      Importante, si queremos terminar con ese falso mito, debemos unirnos para hacer público un manifiesto en pro de la causa.
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                                                                                                                 Irene Koeneke

1 comentario:

  1. Excelente, fue divertido leerte. No puedo unirme a tu movimiento de apoyo a los hermanos menores, porque resulta que soy el mayor de todos.

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